domingo, 19 de julio de 2009
11.09
Cuando llueve la gente coge el paraguas y cruza corriendo las calles, normalmente con una sonrisilla nerviosa. Así mismo cuando hay invitados se pone la mantelería del último cajón, la de hilo y las tazas reservadas en el estante, pasándole un paño para quitarle el polvo inapreciable. Cuando llegan algunos de ellos no quieren llegar y otros tantos están como locos porque se vayan. Sin embargo son cosas que se hacen sin la menor reflexión. El colindante de tu hermana habla y habla y habla, te cuenta lo del último modelo que se compró y te magnifica los pechos de alguien que desea pero que pasara por su vida sin disfrutar. Tu piensas en matarlo, en ahogarle con los pantys de la susodicha y dejarle asfixiado con la cabeza colgando de la cama. Igual que le tirarías a la cabeza la ultima trucha pescada por Él, con aquel ojo frito mirándote y que tu hermana colocó con todo su amor en un amplio plato Normalmente por urbanidad no dices lo que piensas, ni mencionas lo mal que le huele el aliento, ni que te aburre hasta la saciedad , ni que te cae mal, mas bien todo lo contrario, fuerzas una sonrisa que no tiene sostén ni en un cuadro de Leonardo. Lo mas corriente es despedirle en el porche saludando con una manita ?de Rey? y correr a tu rincón favorito a poner el disco de Youssou N'Dour featuring Neneh Cherry - 7 Seconds Otras veces , las menos, le matas en el lavabo de un cochambroso bar de carretera. Son las menos.
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